En tres únicas funciones, fue exhibida en Cinemateca Carnelli una
película que intenta, según sus realizadores Asa Faringer y Ulf
Hultberg, recrear las acciones protagonizadas por quien era embajador
de Suecia en Chile, Harald Edelstam, durante el golpe de Estado de
1973. Esas acciones que salvaron la vida de muchos chilenos y
uruguayos, al igual que la personalidad del embajador, están en la
película falseadas y rebajadas, denuncian el hijo de Edelstam, Erik, y
Mirtha Fernández Pucurull, una de las personas rescatadas entonces por
el embajador.
En una sala repleta, con muchas caras conocidas de militantes y ex
exiliados, entre ellos unos cuantos que se salvaron gracias al
embajador Edelstam, fue presentada y proyectada El clavel negro. Ex
profeso no leí, antes de verla, ni la carta de Erik Edelstam, ni la de
Mirtha Fernández Pucurull, que sabía contrarias al filme, para intentar
enfrentarme a él sin preconceptos.
Pero cuesta entender tal resultado, a cargo de suecos, gente que tiene
a sus espaldas una sólida tradición de cine. Edelstam parece condenado
al no reconocimiento público, o a un reconocimiento inadecuado. En un
artículo publicado por Erik Edelstam en el diario Expressen, de Suecia,
éste recuerda que su padre no sólo salvó miles de vidas en Chile sino
también, mucho antes, durante la Segunda Guerra Mundial en la Noruega
ocupada por los nazis. (Sumando todos, muchos más que Schindler.) Y que
ni entonces ni en los años setenta recibió el apoyo y la comprensión de
sus colegas de ministerio, siendo, al revés, aislado y confinado a
³cargos-castigo². Esta película ³en su memoria², pobremente ejecutada y
peor actuada, transparenta en cada plano, en la definición de
personajes (?), en los diálogos, que la operación de ³dramatización² y
³ficcionalización² de ³hechos reales² fue realizada con la intención de
colorear y popularizar una historia que no necesitaba pinceles, menos
aun tan chambones. La ficción corrigiendo a la realidad, y mal. Un
embajador rubio y guapo habla en inglés, los que interpretan a chilenos
o uruguayos también pero con acento sudamericano, o dicen alguna cosa
en español, todos los ambientes oficiales y la sede de la embajada son
de una precariedad no creíble, las calles son pocas y casi siempre
vacías, hay golpes bajos de sentimentalismo calculado. No sólo le
inventan a Edelstam un romance con Consuelo sino también otro en el
pasado, y con resabios culposos. Parece una película de un país sin
cine que copia mal a Hollywood, hecha a puro voluntarismo, que no sólo
no puede sortear las dificultades de la recreación de época o de las
escenas de masas, sino tampoco lo que es más grave buscar la esencia
dramática y moral de tiempos borrascosos y de personajes y situaciones
al límite.
Ese hombre se merecía otra película.
Carta de Erik H Edelstam
El clavel negro, un ejemplo de falsificación de la historia
Fui contactado un par de años atrás por el realizador sueco Ulf
Hultberg, quien me envió un guión sobre mi padre y sus acciones en
Santiago, durante el golpe de Estado de la Junta chilena. Como en esa
época yo estaba en plena investigación para la biografía de mi padre
que acabo de terminar, sabía perfectamente lo que pasó en Santiago.
El guión era un desastre y no representaba para nada los hechos
reales. Era una tonta historia sobre un embajador sueco llamado Harald
Edelstam, quien mariposeaba con mujeres y llevaba adelante actos
heroicos. Le respondí al realizador que no quería participar en el
proyecto y me negué a darle la aprobación de la familia Edelstam. El
señor Hultberg dijo que mi padre era una persona pública y que mi
familia tenía que tolerar cualquier cosa que él hiciera.
Insistió en continuar e hizo la película, que tuvo su primera
proyección en Suecia el otoño pasado. Vi la película y realmente fui
shockeado por la mala calidad y lo malo de la historia. Tuve la
impresión de que el señor Hultberg y el actor que representó a mi
padre, Michael Nyquist, literalmente no habían hecho investigación
alguna.
Por supuesto, había un embajador llamado Edelstam, la embajada cubana,
una mujer enferma secuestrada por los militares, y había un golpe de
Estado en Chile. Pero eso era todo lo real [Š]. El resto era
completamente falso. Nada se corresponde con la realidad. De hecho, la
realidad fue mucho más dramática. Las persecuciones en los autos, los
hechos dramáticos en la embajada cubana, la liberación de los 54
tupamaros en el Estadio Nacional, la muerte del militar Lavanderos, la
intensa lucha del personal de la embajada sueca con mi padre en la
primera línea, quien trató de proteger a Mirtha Fernández Pucurull
(Malena) en el hospital, la llegada de la ³Payita² y finalmente la
declaración de ³persona no grata² y la posterior expulsión. Cómo los
realizadores pudieron creer que su pésima investigación y confusa
ficción podrían llegar a ser superiores a la excitante y dramática
realidad, sigue siendo un misterio para mí.
Escribí un artículo crítico en la prensa sueca, y el guionista, el
señor Fors, argumentó que le había parecido mejor y más interesante
hacer una ficción sobre mi padre. Desde mi punto de vista es un camino
fácil para evitar la difícil tarea de representar los hechos reales. La
historia de Fors y Hultberg es de hecho muy tonta y sin ningún
objetivo. Uno nunca sabe quién es quién y qué papel interpretan.
Mezclaron a la secretaria de Allende, Miriam Contreras, alias la
Payita, con la fugitiva tupamara Mirtha Fernández [Š] e hicieron de
esta extraña persona la amante de mi padre.
El señor Nyquist, que interpreta a mi padre, admitió que no había
hecho ninguna investigación sobre el personaje y su comportamiento.
Nyquist camina como un muñeco rígido, hablando inglés y diciendo
tonterías de manera afectada y pomposa. Mi pobre padre se hubiera
desmayado si hubiera visto este deplorable personaje. [Š]
Pienso que esta película clase B es un insulto al honor y la memoria
de mi padre y a nuestra familia. Pero la película fue rechazada por la
crítica y tuvo poca permanencia en los cines. Salió en dvd después de
seis meses.
Mi padre nunca fue honrado por Chile, excepto por una orden, y nunca
por Suecia. El único país que lo honró fue Uruguay con un memorial y un
parque con su nombre.
Algunos chilenos agradecidos han comenzado a crear una Fundación
Harald Edelstam, para otorgar un premio anual. Por favor visite el
sitio: www.haraldedelstam.cl
Erik H Edelstam
En el Sur se viven las tragedias, en el Norte se hacen las comedias
Los que conocimos a Harald y convivimos con él durante los
trágicos acontecimientos en Chile, y muchos a quienes él nos salvó la
vida, quedamos perplejos ante esta película, porque El clavel negro es
una afrenta a Harald, y no sólo a él.
En la película no se hace más que reproducir los valores de la
dictadura, como puede confirmarse remitiéndose a un número de fines del
73 de la revista chilena Ercilla, vocera de la Junta Militar, en el que
se esboza un argumento por demás peyorativo bajo el título de ³El
embajador y la guerrillera². Y en este argumento parece ser que se
basaron los realizadores, reproduciendo los valores de los fascistas.
¿Esa es la idea que se formaron de Harald los realizadores y la que
están trasmitiendo a su pueblo, a los jóvenes y al mundo? Mostrar a
Harald poco menos que como un acosador de mujeres, duro, prepotente,
siempre acicalado como recién salido de un spa, blandiendo un pasaporte
y siempre a los gritos, excepto con las mujeres. ¿Y dónde está el
hombre verdadero? El que a pesar de que su país no tenía un acuerdo con
Chile para aceptar refugiados, él lo instrumenta. Decisión que
implicaba una fuerte convicción, temple, además de mucha astucia,
coraje, sutileza y decisión para organizar aquellos tremendos
operativos, y ni qué decir que un buen conocimiento del enemigo, que
sólo se adquiere con la experiencia que él tuvo, salvando vidas durante
el nazismo.
Me pregunto si el o los hacedores de esta grotesca farsa
cinematográfica no tuvieron o no buscaron asesores que los aproximaran
al personaje sin dejarlo en ridículo. La familia existe, y a pesar de
los 35 años transcurridos sobrevivimos varios de los protagonistas,
aquellos cuyos nombres el director dice haber cambiado para proteger la
identidad ³y la reputación de las personas involucradas². [Š]
¿Y EL PUEBLO DÓNDE ESTÁ? ¿En esa esmirriada fila de personas, que
parecen esperar turno a la puerta de un ministerio? ¿Dónde la
efervescencia de los días previos al golpe, las manifestaciones, el
clímax que se vivía en las calles y en todas partes? ¿Y aquellas largas
y peleadas colas? Filas en las que además de ir a buscar alimentos eran
de una conmoción que sólo despierta el hambre, y mientras unos
protestaban, otros, además de comprar alguna cosita, las tomábamos como
trincheras, explicándole a la gente que no entendía, o era enviada para
agitar, el papel de los pequeños acaparadores (algunos involuntarios)
el porqué de la falta de alimentos y de todo lo básico y,
especialmente, el carácter de la huelga de los transportistas. De la
itt, ni hablar. [Š]
Y también, entre las decenas de interrogantes, ¿es pura mala fe o
falta de imaginación nombrar Consuelo a la ³comandante² de la película?
Pues muy bien sabían los directores que Consuelo era mi seudónimo,
además del nombre de mi documentación falsa y que me permitió zafar
hasta que la verdadera Consuelo se presentó a la prensa en Uruguay y a
partir de ahí la situación se volvió indescriptible mientras me
tuvieron encarcelada.
Por último, la poco original frutilla de la torta: ³la pareja² llega
al aeropuerto, manejando él, y parten tranquilamente como en viaje de
luna de miel en una historia de Corín Tellado. Cuando ambos operativos
de salida, el de Consuelo primero, y el de Harald al ser declarado
persona no grata, se realizaron bajo procedimientos de control,
vigilancia y seguridad excepcionales.
Sé que muchos dirán que basta cambiar un dato o un nombre de la
realidad para que ésta sea considerada ficción. Como basta permanecer
callados para que los de siempre cuenten las historias y nos roben y
estafen nuestro patrimonio: la dignidad y la memoria.
Mirtha Fernández Pucurull
(Malena/Consuelo)
* Las cartas de Erik Edelstam y de Mirtha Fernández Pucurull son
reproducidas fragmentariamente, por razones de espacio.
Photos: Private and rodandocine.com
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